¿Eres culpable del pecado de tu hijo?

Desde hace unos meses, unas amigas y yo nos reunimos cada semana para orar por nuestros hijos. Todas tenemos hijos adolescentes o adultos jóvenes. Todas hemos educado en casa. Y nos reunimos porque hemos sido quebrantadas por descubrir que los corazones de algunos de nuestros hijos no son lo que hubiéramos esperado para la edad que ahora tienen. Dios nos ha hablado mucho sobre Su gracia y la esperanza que tenemos en Él.

En una de esas semanas me encontré un artículo de Gretchen Ronnevik que nos bendijo a todas y que espero sea de bendición para ti también. Hice una traducción libre porque está escrito originalmente en inglés:

“¿Tienes uno de “esos” hijos? Toda familia debería tener por lo menos uno. Ellos te hacen humillarte. Son los que rompen el molde de la familia y también el de sus padres simultáneamente.

Hace un tiempo atrás, fui a unas prácticas de entrenamiento de tres días durante el verano para ser tutor de un grupo de escuela media para el siguiente ciclo escolar. Este era una oportunidad para las familias, pues tenían también campamentos durante los días del evento y todos mis hijos podían asistir mientras yo estaba en mi entrenamiento. Como el evento estaba a unas seis horas de camino de nuestra casa, renté un Airbnb, llevé a mi esposo a su trabajo y manejé hacia la actividad junto con todos mis hijos.

Después de darles de cenar a todos en nuestra casa rentada al término de mi primer día de entrenamiento, una de mis hijas se acercó y me contó sobre “un incidente” que había sucedido durante el día con uno de mis otros hijos. Él había tenido una de sus crisis…algo que no habíamos visto últimamente. Él había arrojado una silla y estuvo gritando y llorando. Esta otra hija que vino a platicarme estaba avergonzada por lo que su hermano había hecho y no quería chismear sobre el asunto pero pensó que yo necesitaba saberlo.

A la mañana siguiente, dejé a cada uno de los niños en su salón correspondiente para su día de campamento y al niño del incidente lo dejé al último. Quería hablar con la maestra de su salón y cerciorarme de que todo estaba bien. Ella estaba ocupada recibiendo a los niños así que me hice a un lado y esperé. En ese momento se acercó la supervisora del campamento.

“Así que tuvimos un incidente ayer”.

“Sí, una de mis hijas me contó sobre eso”.

Ella procedió a darme los detalles y me dejó saber cómo habían reaccionado y cómo había terminado el día. En mi mente, ellos habían hecho todo de la manera correcta (aunque yo no me hubiera molestado si me hubieran sacado de mi entrenamiento por este asunto).

Tenía temor de que ella me dijera que él ya no podría asistir. Este hijo ha sido expulsado de diferentes actividades con cierta frecuencia. Yo necesitaba este entrenamiento; era una de esas cosas no-negociables para mi familia.

“Lo siento mucho, mucho, mucho”, balbuceé.

Esta mujer me miró y ladeó su cabeza con ojos perplejos. “¿Por qué te disculpas? Ni siquiera estuviste ahí. No hiciste nada malo. Tu hijo fue quien lo hizo. Solo necesito asegurarme de que él esté de acuerdo con nuestro código de conducta antes de que regrese a su clase”.

Su declaración me tomó por sorpresa. “Tú no hiciste nada malo. Tu hijo fue quien lo hizo”. Me mordí el labio. Mi cara se sonrojó y para mi vergüenza, empecé a llorar. Fue como si una presa hubiera sido abierta. Como mamá de seis hijos, escucho de todo. “Controla a tus hijos”. “Tu hijo no debería estar haciendo eso”. “Presta atención a tu hijo”.

Lo peor es cuando lo escucho de una forma pasiva agresiva sobre otros padres y entonces lo interiorizo. Cuando algunos chicos se portan mal en público es: “Algunos padres simplemente no disciplinan a sus hijos”. “Algunos padres simplemente no enseñan límites”. “Ya nadie les enseña modales”. “Los padres sólo necesitan aprender a decir ‘no’». 

Y mientras todo eso puede ser cierto, me agota que la gente piense que yo soy la causa de la naturaleza pecaminosa de mis hijos. Quizás no me estoy esforzando lo suficiente. Si sólo los criara mejor, ellos ya no batallarían con el pecado.

Ese es el peso que asfixia a los padres de hoy.

“Ni siquiera estabas ahí. Tú no hiciste nada malo. Tu hijo fue quien lo hizo”. Nunca había escuchado esas palabras en todos mis 14 años de crianza. Me tomaron por sorpresa y me golpearon profundamente. 

Yo no necesito cargar con el pecado de todos mis seis hijos. Eso es mucho pecado, déjame decirte. Ya tengo suficiente con mi propio pecado para que me aplaste. No necesito que me sea arrojado encima el pecado extra de otros.

Como ves, ya tengo un camino bastante recorrido de arrepentimiento. No puedo decir que me siento cómoda con el perdón pero he llegado a la conclusión de que Jesús me perdona. He aprendido a creer eso de Él: Él trata con mi pecado y no me deja ahí. La presencia convincente del Espíritu Santo me ha confortado. Él no me dejará con mi pecado.

Aunque, yo sé que Jesús llevó mi pecado, todavía llevo la carga del pecado de mi hijos. Lo hago mental, emocional y muchas veces físicamente. Dios trata con mi pecado…así que yo debería lidiar con el pecado de mis hijos. Después de todo, yo soy la embajadora de Dios para ellos. 

Yo no soy el Salvador.

Siempre que pienso en esa conversación, me recuerda que no soy capaz de llevar el pecado de mis hijos. Solo hay uno que es lo suficientemente fuerte para llevar la culpa del pecado de otros y ese es Jesús. Aquella dulce mujer que estaba a cargo de esos campamentos me lo dejó en claro. Dale esa carga a Jesús. Sí, incluso la carga de culpa que llevas por el pecado de tus hijos. Es suya y Él puede llevarla. Toma el yugo ligero de solamente apuntar a otros hacia Jesús. Mi función como madre sí involucra disciplina. Involucra ser una embajadora. Involucra la oración, entrenamiento y corrección. No involucra tener una culpabilidad interna acerca de lo que ellos han hecho.

Somos llamadas a enseñar a nuestros hijos lo correcto y lo incorrecto (la ley). También somos llamadas a enseñarles lo que Dios ha hecho con nuestra maldad y lo que significa eso para nosotros (el evangelio).

Dios no causa nuestro pecado. Él fue el “padre” perfecto y aún así Adán y Eva cayeron en pecado. Dios hizo todo bien. Y de todas formas, Él no solo llevó el pecado de Adán y Eva, sino el de sus hijos y el de los hijos de sus hijos, todo el trayecto hasta llegar a mí… y a mis hijos.

Dios no necesita disculparse por la clase de padre que es, y aún así sus hijos son pecadores. También le gritamos cuando alguno de sus hijos hace algo. No es porque Dios haya fallado en enseñarnos, o en disciplinarnos o en explicarnos algo. Simplemente nacemos pecadores y de hecho pecamos por iniciativa propia.

Jesús llevó el peso de cada persona y cada pecado en esa cruz. Él es el portador de ese peso y qué descanso es que su fuerza también es suficiente para nosotros, para mí, para mis hijos y algún día para los hijos de mis hijos.”

Tomado de 1517.org 

Publicado originalmente con el título: “Bearing the weight of sin” 

Tres pasajes que me han servido en el proceso son:

«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.» 1 Juan 1:9 RV60

«Ha destruido el documento acusador que contenía cargos contra nosotros y lo ha hecho desaparecer clavándolo en la cruz.» Colosenses 2:14 BLP

«Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.» Romanos 8:1 RV60

Bajo Su gracia

Lily

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