Esta es la segunda parte:
Ser padre significa entrenar
El conocido pasaje de Proverbios 22.6, “instruye al niño en su camino…” nos enseña dos claves importantes. En primer lugar, Instruir (chanak en hebreo) hace referencia a un entrenamiento cuidadoso y continuo enfocado en un objetivo concreto. No se trata de dar consejos amistosos sino del trabajo valiente, amoroso y decidido que ejerce un padre hacia su hijo. Es enfocar al hijo en el camino de la vida, sabiendo que nadie, ni siquiera Dios mismo, hará el trabajo que sólo a nosotros nos corresponde. El segundo sentido que tiene esta palabra, es que indica un trabajo que se realiza desde temprana edad. Si esperamos a que los hijos sean “viejos” puede ser demasiado tarde.
Escuché una conferencia de Andy Stanley en la cual hablaba de la importancia de tener entrenadores. Específicamente mencionaba una anécdota sobre André Agassi. Para los que no estén tan familiarizados con el mundo del tenis, Agassi ha sido considerado uno de los más grandes tenistas de todos los tiempos; fue el número uno en casi todas las categorías y ganó más de 30 millones de dólares en premios.
En una entrevista que le hicieron a Agassi cuando acababa de ganar su octavo grand slam, André reconoció que gran parte del mérito correspondía a su entrenador. Esto parece extraño viniendo de un hombre que ha dominado por años la cancha. De hecho, Agassi mencionó que conforme pasaban los años necesitaba más del apoyo de su entrenador y no menos. Esta es una realidad que conocen los grandes deportistas. Los que no conocemos las exigencias del deporte de alto nivel, fácilmente pensaríamos lo contrario: si ya son tan buenos y si ya tienen tanta experiencia, ¿para qué necesitan un entrenador?, pero estos grandes deportistas saben que para crecer es indispensable contar con apoyo externo. Nuestros hijos también se están preparando para una batalla sumamente exigente y no libre de peligros. Ni el diablo, ni el mundo están jugando, y Dios tampoco se conformará con que nuestros hijos sean simplemente buenos muchachos.
Bill Johnson, un autor al que respeto, dijo en una ocasión lo siguiente: “No me impresiona la vida de nadie a menos que sea íntegra. Pero no estaré contento con esa vida si no es peligrosa. Mientras pueda, no permitiré que los que me rodean se contenten simplemente con ser buenas personas”. Creo que nosotros debemos buscar ambas cosas; que la vida de nuestros hijos sea íntegra y que sea peligrosa, en el mejor sentido que la palabra “peligroso” puede tener. La vida de los discípulos fue peligrosa, pero sólo gracias al entrenamiento que Jesucristo ejerció en ellos.
Regresando a la conferencia de Stanley, él hablaba de 3 tipos de “ayudas” que se parecen pero que no son el trabajo que un entrenador realiza.
-Consejero: Ayuda a un individuo a resolver asuntos del pasado para actuar con más eficiencia en el presente.
-Asesor: Se le contrata por un tiempo breve para resolver un problema concreto.
-Tutor: Típicamente es una persona mayor y más experimentada que da consejos a una persona más joven e inexperta.
A diferencia del entrenador que:
-Nos ayuda a evaluar el presente a fin de actuar con más eficiencia en el futuro.
-Suele implicar una relación de mediano o largo plazo. No se enfoca en resolver problemas concretos sino en ayudarnos a mejorar el desempeño.
-Abarca todos los elementos de un tutor y varios más. Toma más iniciativa y da consejos incluso cuando no se le piden. Es más activo en la instrucción y la evaluación. Está en la cancha viendo jugar al pupilo y no se queda viéndolo cometer el mismo error una y otra vez.
Los buenos entrenadores operan como si tuvieran intereses personales en el desempeño de su discípulo. Los triunfos y derrotas son algo personal.
Oremos para que Dios nos de la capacidad de ser consejeros, asesores, tutores y sobre todo entrenadores para nuestros hijos.
Por otro lado, si nosotros mismos no estamos creciendo, ¿de verdad creemos que podremos entrenar a nuestros hijos? Creo que no. Te invito a tomar unos segundos y a preguntarte: ¿Has tenido un entrenador en los últimos años? Si no es así, es importante y urgente que ores para que Dios te provea de algunos.
Tengo una amiga que practica natación. Por años ha nadado alrededor de 5 kilómetros diarios. Por una sobre reacción de su piel al cloro, el dermatólogo le prohibió seguir nadando. Como alternativa, ella empezó a ir al gimnasio pero sentía que no le estaba aprovechando y que no podía bajar de peso; entonces contrató un entrenador personal. En la primera clase el entrenador le preguntó si consideraba que tenía buena condición física, y ella le dijo que sí sin titubear. A final de cuentas no es nada fácil nadar 5 kilómetros. Así que el entrenador le empezó a poner ejercicio tras ejercicio, y en cada uno le corregía o le exigía hacerlo bien. Al siguiente día ni siquiera podía levantarse de lo cansada y adolorida que estaba. Ella pensaba que estaba en forma, pero no fue sino hasta que el entrenador empezó a presionarla para ir a más, que se dio cuenta que había estado haciendo trampa o que paraba precisamente cuando debía dar el extra.
Dios no sólo nos ha dado autoridad sobre nuestros hijos, también nos ha encomendado el trabajo de entrenarlos para la vida. Recuerda que: “todo lo podemos en Cristo que nos fortalece”. Fil. 4.13.
Si quieres conocer más artículos parecidos a este, mi esposo también tiene un blog dedicado a varones: www.zakar.org
Aquí dejo algunas consideraciones para la hora de entrenar:
Es fundamental darse cuenta de que cuando quieres que “Juanito” haga su tarea, no se trata solamente de que la haga, sino que la suma de estas disciplinas “simples” pueden definir el éxito o fracaso de su matrimonio, carrera y vida.
Los niños deben aprender a enfrentar las consecuencias de la realidad tales como el dolor o la pérdida de tiempo, dinero, posesiones, situaciones de disfrute y personas queridas. En otras palabras, la ley de la siembra y la cosecha: “todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. Gá. 6:7,8
Cuándo recompensar y cuándo no:
Sí, cuando haya la adquisición de nuevas habilidades o cuando se tiene un desempeño excepcional.
No, si sólo ha cumplido con las responsabilidades de las personas normales de acuerdo a la edad del individuo. Por ejemplo, por hacer lo que se espera de uno. (Estudiar, trabajar) Jesús dijo: “¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.” Lc. 17:9
Muchas veces la disciplina no es algo fácil de llevar a cabo, sin embargo, como papás debemos cumplir con lo que hemos dicho o prometido, tanto lo que sea placentero como lo doloroso para el niño, eso le ayudará a tener límites y por lo tanto dominio propio.
“Ninguna disciplina resulta agradable a la hora de recibirla. Al contrario, ¡es dolorosa! Pero después, produce la apacible cosecha de una vida recta para los que han sido entrenados por ella.” He. 12:11
Bajo su gracia,
Lily
Elena Silva
abril 26, 2017coincido, ¿quieres ser mi entrenadora a distacia??
Gracias a Dios por tu vida.
Lily
mayo 11, 2017Gracias!