La búsqueda de una misión

Hace unos días estaba meditando en cuán difícil se nos hace definir cuál es la voluntad de Dios para nuestra vida en esta tierra, cuál es la misión que Dios nos dió y cuál será nuestro legado para los que nos rodean.

Bueno, en eso estaba cuando me encontré esta anécdota de una persona que sin necesidad de ser alguien con grandes estudios, carismático, muy inteligente, de buen ver, adinerado, elocuente, etc. Hizo una gran diferencia en su comunidad. Espero les guste:

Johnny trabaja en un supermercado. Un día asistió a una sesión de capacitación que conducía una oradora, Bárbara Glanz, quien les habló acerca de cómo las personas pueden producir un cambio. Describió cómo cada intercambio con otra persona constituye una oportunidad de crear un recuerdo, de bendecir la vida de otro. Al terminar dejó su número telefónico e invitó a los presentes a que la llamaran si deseaban hablar un poco más acerca de algo que ella hubiera dicho.

Como un mes después , Bárbara recibió la llamada de Johnny, un muchacho de diecinueve años que empacaba las bolsas. Johnny le informó con orgullo que tenía síndrome de Down, y luego le contó su historia.

“Bárbara, me gustó lo que hablaste. Pero no me pareció que podía hacer algo especial para nuestros clientes. Después de todo, solo soy el que empaca las bolsas.”. Luego tuvo una idea: decidió que cada noche cuando llegara a su casa del trabajo, buscaría un “pensamiento del día” para su turno siguiente. Se trataría de algo positivo, algún recordatorio de cuán bueno es estar con vida, de cuánto importan las personas, o de cuántos regalos nos rodean. Si no le era posible encontrar uno, lo inventaría.

Cada noche su papá lo ayudaba a escribir el dicho seis veces en una página en la computadora; luego Johnny imprimía cincuenta copias. Sacaba una tijera y con cuidado recortaba trescientas copias y firmaba cada una.

Johnny ponía la pila de hojas a su lado mientras trabajaba. Cada vez que terminaba de embolsar la mercadería de alguien, ponía su frase en la parte superior de la última bolsa. Luego detenía por un instante lo que hacía, miraba directamente a los ojos de la persona, y decía: “Puse un dicho estupendo en su bolsa. Espero que le ayude a pasar un buen día. Gracias por venir aquí”.

Un mes después, el gerente del supermercado llamó a Bárbara. “Bárbara, ni se imagina lo que está pasando aquí. Estaba haciendo mi recorrido por el mercado, y cuando llegué a las cajas registradoras la fila en la registradora de Johnny era tres veces más larga que la de cualquier otra persona. Llegaba hasta el pasillo de alimentos congelados”.

El gerente habló por el altavoz pidiendo que se abrieran más registradoras, pero no lograba que ningún cliente se cambiara a otra fila. Ellos decían: “No hay problema. Esperaremos. Queremos estar en la fila de Johnny”. Una mujer se le acercó y le tomó la mano, diciendo: “Solía hacer compras en su negocio una vez por semana. Ahora vengo cada vez que paso por aquí; quiero obtener el pensamiento del día de Johnny”. Johnny no solo llena las bolsas con mercadería; también llena las vidas con esperanza. Cuando las personas obtienen las palabras de parte de Johnny, se les recuerda lo bello que resulta que una persona olvide sus limitaciones y procure hacer de su vida una bendición para otra persona.

¿Sabe usted quién es la persona más importante en el supermercado? Johnny, el que embolsa la mercadería.

Unos meses después, el gerente volvió a llamar a Bárbara para contarle cómo Johnny había transformado toda la tienda. Le dijo que cuando el departamento de florería tenía una flor rota o un ramillete sin vender, antes lo tiraban. Ahora van por los pasillos en busca de una señora mayor o una niñita, y se lo prenden al ojal. Los carniceros empezaron a atar con cintas de colores los cortes de carne que envuelven para los clientes 

Y toda la gente del supermercado será bendecida a través de Johnny.

Si puede suceder en un supermercado, puede suceder en cualquier parte.

A propósito, ¿sabe quién es la persona más importante en su familia, su barrio y su lugar de trabajo? Usted.

Usted puede ser como Johnny, el muchacho que embolsa la mercadería. Lo que hace Johnny no es habilidoso, complicado ni calculado. Solo se trata de un muchacho que embolsa la mercadería y expresa lo que hay en su corazón. Usted puede ayudar a que suceda eso mismo dondequiera se encuentre.

Tomado del libro: Cuando El Juego Termina   por: John Ortberg

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